Cuidados a tener en cuenta a la hora de comprar monedas


Entre los profesionales numismáticos yo diría que se pueden hacer tres grandes grupos: aquéllos que en cada moneda indican el precio que piden por ella; aquéllos que indican un precio más o menos hinchado para cada moneda porque dan por supuesto que les van a regatear; y aquéllos que no tienen ningún tipo de precio en sus monedas. Estos tres grupos al final pueden reducirse a dos, ya que los que ponen el precio hinchado pueden caer en dos tipos: o bien el precio lo hinchan una cantidad fija y siempre hacen el mismo tipo de descuento a todo el mundo o bien hinchan el precio y el descuento dependerá de quién sea el cliente. Es decir, que al final tenemos a profesionales que venden una misma moneda a un precio independientemente de quién sea el cliente y quienes discriminan a su clientela modulando el precio de las piezas. Antes de criticar a nadie no hay que olvidarse de que en ambos casos lo que busca el profesional es lo mismo: maximizar sus ganancias.

La discriminación de precios es una práctica muy estudiada y que se realiza de forma constante por una inmensidad de empresas. Desde Renfe (gente viajando en el mismo tren puede haber pagado tarifas muy diferentes) hasta la peluquería de mi barrio (la hora de trabajo de una peluquera es mucho mayor cuando peina a una mujer que cuando me corta a mí el pelo) discriminan a sus consumidores y su clientela acepta gustosa pagar diferentes tarifas dependiendo de quién sea el que adquiere el producto. Sin embargo, cuando lo hace un numismático los aficionados nos molestamos mucho y nos sentimos engañados si nos enteramos. Habría que preguntarse por qué.
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Pero es un hecho que la inmensa mayoría de los profesionales ponen el precio de sus monedas teniendo en cuenta las características de la persona a la que se las están vendiendo. Nos puede gustar más o menos, pero es así: intentarán adivinar cuánto es el máximo precio que está dispuesto a pagar su cliente por un ejemplar y le pedirán un poco más. Así, después de un pequeño regateo el cliente se llevará la moneda a ese precio máximo y se irá contento porque le ha bajado al profesional un tanto por ciento. Mientras, el profesional habrá maximizado el beneficio que podría obtener con ese ejemplar para ese cliente.
Voy a poner un ejemplo bastante evidente. Si resulta que un profesional sabe que estamos buscando el duro de 1893 PGV para completar nuestra colección y él lo tiene, seguro que nos lo ofrece. Nosotros estamos buscando ese duro, lo queremos, quizá hasta lo deseemos o puede incluso que para nosotros sea una obsesiónCuanto mayor sea el nivel de ansia por obtener ese duro, mayor será el precio que el profesional nos pedirá porque sabe perfectamente que estaremos dispuestos a pagar más por él. Así que un mismo profesional puede pedir por un mismo duro 120, 150 ó 200 euros, dependiendo de qué aficionado tenga delante. El que esté engañando o no a alguien es algo que se podría discutir en los comentarios, pero hay que recordar que con los tres precios el profesional intenta lo mismo: maximizar su beneficio.
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Quizá se dé la situación en la que un profesional haya adquirido  una moneda rara, como puede ser una onza de Santiago de 1751. Sería muy razonable que a sus clientes se la ofrezca a unos 3.500 euros, no bajando de 3.200 euros en ningún caso porque vender barato es la mejor forma de malacostumbrar a la clientela. No obstante, si no tiene cliente para esa onza, quizá a otro profesional se la deje a 2.500 euros, aceptando un margen de beneficio menor a cambio de obtener liquidez pronto. Puede parecer de tontos acabar vendiendo la moneda por menos dinero, pero a los clientes capaces de adquirir monedas caras a precio alto no hay que vendérselo barato porque entonces nunca se les podrá volver a vender a buen precio. Y como esta práctica es generalizada, parece que hay unos precios “para comerciantes” y otros “para aficionados”. Algo muy normal y que ocurre en muchísimas otras industrias.
Ser un coleccionista y obtener monedas “a precio de profesional” no es  sencillo: implica recorrerse convenciones, hacer muchos contactos, disponer de efectivo para comprar monedas y conseguir que se acuerden de ti cuando adquieran ciertas monedas. ¿He dicho que no es sencillo? ¡Pues tampoco es barato!
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Las monedas que ilustran la entrada son tres dínares abásides que subasta Morton & Eden el próximo 22 de abril dentro de una estupenda colección de moneda islámica que merece la pena echar un vistazo.
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