El Peso de las Monedas

El dinero tiene una inmediatez tan fuerte, sobre todo cuando se va, que pareciera haber sido inventado recientemente. Tenemos la sensación de que la plata salió ininterrumpidamente de una impresora Epson conectada a la PC del ministro de Economía, pero sí tiene una historia.



Aunque no está debidamente historiografiado, hay cierto consenso en considerar al Peso Mejicano (con merecida mayúscula) el abuelo de la gran familia de pesos que hoy existe en América. Se debe tener en cuenta que hay, al menos, ocho pesos: dos tipos de pesos cubanos (el CUP y el CUC), uno uruguayo (UYU), uno chileno (CLP), el colombiano (CO), el dominicano (DOP), el mejicano (MXN) y nuestro ARS.



El peso mejicano nació en épocas de la colonia española, allá por 1535, como correlato de la reforma monetaria española, y se denominó inicialmente Peso Fuerte o Real de Ocho. Tal como Herodoto reconociera de Lidia, en México había minas suficientes para abastecer la demanda de una casa de la moneda. Esta inició su andadura nada menos que en el patio del palacio de Hernán Cortés.

La alta valoración de esta moneda se debía a la exactitud de su contenido en plata (27,47 gramos de plata .9305) y fue justamente el peso del Peso lo que lo internacionalizó, llegando a ser una moneda de curso frecuente en Europa y Asia.

Su supremacía llegó al extremo de desbancar (vaya término para este uso) la utilización de la seda en las transacciones de Oriente, e incluso era normal que los emperadores asiáticos pusieran su sello sobre el Peso o Real de Ocho para ratificar su eficacia.

Dólar: decile papá. Este abuelo de todos los pesos, era utilizado hacia el norte y sur del contienen Americano. En EE.UU. fue una moneda válida antes, durante y después de la creación de la casa de la moneda norteamericana (1792), funcionando en el país de Lincoln hasta 1857, y hasta 1865 en los estados esclavistas. Debido a esa influencia tan importante, los dólares basaron su valor en este referente (también llamado dólar español) y fueron los yanquis, con su precisión para dar vueltos, quienes comenzaron a dividir las monedas “real de ocho”, justamente en ocho pedazos. Hacía falta cambio.

Ese carácter octogonal de la economía americana persistió en la Bolsa de Nueva York hasta 1997, cuando las acciones dejaron de venderse en unidades y octavos de dólar. O en las monedas quarters, resultado de unir dos octavos.

Nuestro peso específico. La popularidad de los pesos, nombre que remite llanamente a que cada moneda o billete representaba una cantidad de metal precioso, hizo que en nuestro país se adoptara como moneda desde 1881.

Su primer período abarca desde 1881 hasta 1969, bajo la denominación de Peso Moneda Nacional. Estaba enmarcado en la ley 1.130, que tenía por objetivo unificar pesos fuertes, pesos moneda nacional y varias monedas extranjeras que circulaban indistintamente.

En 1970 se promulgó la ley 18.188 que impuso los pesos del mismo nombre ($ Ley 18.188). Ese nacimiento estuvo marcado por una particularidad: durante un tiempo se siguieron imprimiendo los viejos billetes, pero con un sello que restaba tres ceros a su valor. La intención del nuevo peso ley era reducir las cantidades para simplificar las operaciones y, por ejemplo, ajustar la utilización de las cajas registradoras que emitían cifras espaciales. Pero no tuvo suerte, y en 1983, con muchos ceros a cuestas, dejó lugar al Peso Argentino.

El peso argentino, por su parte, tomó aliento con el decreto 2.270. Pero ese aliento se transformó en halitosis cuando se comió cuatro ceros más. Sólo dos años más tarde, un frío 14 de junio de 1985 nacían los australes.

La nueva denominación contaba con una batería de monedas que arrancaba en el medio centavo de austral.

Los australes sirvieron a la patria hasta su jubilación anticipada, el 10 de octubre de 1991, cuando los pesos renacerían dejando atrás, eso sí, a cuatro ceros más.

El dinero que actualmente circula por el sistema bancario argentino se denomina simplemente Peso, pero inicialmente fue bautizado Peso Convertible. Debutó el 1° de enero de 1992 como resultado de la sanción de la Ley de Convertibilidad 23.928 que establecía la paridad con el dólar, pero el 7 de enero de 2002, bajo la presidencia del justicialista Eduardo Duhalde, perdió el apellido en una recordada sesión del Parlamento nacional que derogó la ley 23.928.

Actualmente hay una fuerte presión para que se diseñen billetes de $ 200 e inclusive de mayor denominación. En Europa, por ejemplo, hay billetes de hasta 500 euros.

A esta altura, ¿alguien recordará que el billete de un peso, el desaparecido azulito, llevaba el rostro de Pellegrini?

Pero además existen –sí, aunque se dice que es una leyenda urbana– monedas de 1, 5, 10, 25, 50 centavos y 1 peso. Las más pequeñas de la dinastía ya no se fabrican aunque gozan de curso legal, mientras que los billetes circulantes han sido rediseñados en 2008.

Se han lanzado varias series de monedas denominadas conmemorativas que se caracterizan por tiradas pequeñas, destinadas casi exclusivamente a numismáticos.

Normalmente no llegan al interior, pero vale resaltar que en 2010 se imprimió la tediosa edición celebratoria de los 75 años del Banco Central con piezas de $ 2 en plata y níquel y $ 5 en oro. Ese mismo año también salió la prometedora serie del Campeonato Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010, de $ 5 en plata y $ 10 en oro. / lavoz.com.ar


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